Cuando pibe, era muy común el tener canarios, jilgueros, o cabecitas negra, enjaulados. Mas, los últimos, a diferencia de los canarios –a los que se los tenía en jaulas grandes, pr ser pájaros con alcurnia-, estaban en jaulines con trampera. Así, en esas pequeñas jaulas diminutas, el jilguero –al que se denominaba “llamador”-, hacía las veces de cipayo o cazador de hermanos de especie. A veces, como en la trampera había alpiste, caía algún que otro gorrión. En ese caso, se lo soltaba. En principio, porque era un gasto: el canto del gorrión no llegaba a pagar por lo que comía. Luego, porque los gorriones enjaulados, se mueren.
En estos tiempos de “Felicidad por Decreto”, en los que se está obligado a una felicidad fútil, al “No problem”, o, en otras palabras, al “Me chupa un hue!”, pensaba en todo ese prójimo esclavo de ese jaulín en el que, la mayoría de las veces, ni siquiera hay alpiste. Porque, en este hoy, el “llamador”, son los “medios” que te cantan un mundo de ficción, desde un jaulín de cartón pintado, para que vivamos corriendo tras un mundo que en el que , lo que logramos, es engordar sus bolsillos y frustrarnos: las cosas materiales, son huecas, no colman el alma, no promueven ni la instrospección, ni la espiritualidad.
Pa’ hacerla corta, mientras reflexionaba, no dejé de pensar en mis viejos y en una palabra que me inculcaron: libertad.
Así, como suelo referir a mi vivir, elegí ser gorrión: el alpiste es rico, pero se paga muy caro, con tu libertad.
Para mí, ser feliz, es estar vivo, el resto, es sumar. Así, quizá, ser feliz sea eso, celebrar la vida, volar bajo, pero volar. En mi caso, como escribí en algún poema, podré tener las alas rotas, pero sé, cómo volar.
Por eso, cuando pienso en mi prójimo, muchas veces, me duele verlos con unas hermosas y saludables alas, encerrados en este jaulín del consumo, en esta búsqueda de una felicidad hueca y, lo peor, encerrados en sí mismos. Porque, si hay algo que tiene de particular esta trampa, es que nos lleva a pensar, solo, en uno mismo, el “nosotros”, conlleva un precio, elegir ser gorriones, volar bajo y, eso, tiene mala prensa: no sea cosa que nos demos cuenta de que, solo en el “nosotros”, se alcanza la libertad.